La ingeniería que rompió la barra de arena

A finales del siglo XIX el tráfico marítimo en la ría del Ibaizabal-Nervión aumentó espectacularmente, debido al continuo tránsito de naves que transportaban mineral de hierro. La recién creada Junta de Obras del Puerto tuvo que hacer frente a un importante problema: en la desembocadura de la ría se acumulaba la arena, formando la llamada «barra de Portugalete» y reduciendo la profundidad a menos de un metro durante la bajamar, lo que a menudo provocaba que los barcos encallasen.

La falta de dinero agudizó la inventiva del ingeniero director de las obras del puerto, Evaristo de Churruca, quien creó una solución que hoy nos sigue maravillando: el muelle de hierro.

Inaugurado en 1887, tiene una longitud total de 567,50 metros. Su estructura metálica fue construida por La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, y fue la primera obra en adoptar los pilotes de rosca de tipo Mitchell, una solución que permitía cimentar estructuras sobre suelos arenosos. La obra, que supuso el reconocimiento internacional de Churruca, permitió contar con un canal constante de 80 metros de anchura, aumentando la profundad hasta más de 4,5 metros durante la bajamar.

En 2011 se llevaron a cabo unas polémicas obras de intervención, fuertemente criticadas, que han distorsionado en parte su imagen original.

En 2012, la que en palabras del arquitecto Iñaki Uriarte «es la expresión estructural, sencilla pero bella, de una sabiduría marítima» fue declarada monumento en reconocimiento a su aportación al progreso de la obra pública.