Aportación tecnológica
La Sociedad Franco-Belga levantó todo un entramado de cargaderos, planos inclinados, lavaderos, hornos,… vinculados a la explotación minera.
De entre las piezas que se han conservado cabe destacar este horno de calcinación de siderita que, por su importancia tecnológica, fue declarado monumento 2008.
Este sistema de producción suponía una evolución técnica con respecto a los viejos hornos, ya que permitía un tratamiento más eficaz del mineral sin necesidad de introducir la carga mezclada con el combustible, lo que redundaba en un mejor rendimiento.
Rehabilitado entre 2009 y 2011 por el arquitecto Ramón Garitano ha recibido numerosos premios entre los que destacamos el Accésit de los Premios COAVN 2013 del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro.
Horno Apold-Fleisner
Patimonio mueble
Una verdadera revolución tecnológica
Aunque pueda parecer sorprendente, esta singular estructura no es un edificio, sino una máquina. Es un horno de calcinación: permite aumentar la concentración los minerales (en este caso el mineral de hierro) para hacer su explotación más eficiente. Su nombre se debe a los apellidos de sus inventores, los austriacos Anton Apold Leoben y Hans Fleissner, quienes en 1927 investigaron el proceso del secado del carbón a altas temperaturas en la fábrica Alpine Montan, en Linz (Austria). Había nacido un nuevo proceso tecnológico.
Quemar un mineral, calcinarlo, permite eliminar impurezas y aumentar la concentración de metal, mejorando su ley. Para ello se necesitan hornos de gran tamaño. En nuestro entorno, muchas compañías mineras construyeron estas máquinas para sacar el mayor rendimiento de los carbonatos de hierro.
Los primeros hornos de calcinación llegaron a Bizkaia hacia 1882, de la mano de José de MacLennan, quien explotaba las minas de Kobaron, en Muskiz. Eran sencillas cubas, de forma cuadrada o cilíndrica, construidas en piedra y con el interior recubierto de ladrillo. Como combustible se usaban muchas toneladas de carbón, lo que encarecía muchísimo el proceso.
Sin embargo, este horno no se parece en nada a los antiguos. Construido en 1962 por la Sociedad Franco-Belga Minas de Somorrostro, sigue el modelo de los hornos austriacos. En lugar de carbón, utiliza fuel-oil, mucho más asequible. Además, su estructura es de hormigón armado. Es, de hecho, un ejemplar único en su género, porque los otros Apold-Fleissner que se conservan en Europa son metálicos.
Por su importancia histórica y su singularidad técnica en 2008 fue declarado Monumento de Euskadi por el Gobierno Vasco.