Una joya industrial
Ejemplifica el mejor y único caso de casa-taller de Eibar.
Además, cuenta en su interior con toda la maquinaria de principios de siglo XX que es movida por un sistema de poleas y embarrados que se accionaban gracias a la energía hidráulica. Dos líneas paralelas de maquinas en las que encontramos barrenadoras de cañones, envaradoras, enderezadoras, pulidoras… todo ello dentro de un modesto edificio industrial de grandes ventanales y junto al rio Ego.
Precisamente por mantener la integridad de este conjunto de máquinas, fue declarada monumento en 2015.
Taller Zamacola

Patimonio mueble
El espacio de trabajo del taller Zamacola se encuentra en el bajo de la casa de la familia propietaria, a un nivel inferior al del acceso.
En este espacio, húmedo y no demasiado luminoso, se realizaba el barrenado de cañones partiendo de barras de acero macizo de sección redonda, previamente cortadas para darles el largo deseado. Para ello se utilizaba numerosa maquinaria que se ponía en movimiento mediante fuerza hidráulica y un completo sistema de transmisión de embarrados y poleas.
Perforadoras de cañones o barrenadoras
Estas 2 perforadoras contaban con grandes brocas de hierro con el extremo afilado y retorcido en espiral para perforar la barra y conformar el tubo de la futura escopeta. En estas dos barrenadoras se realizaban cañones del calibre 12 grande. Durante este proceso se enfriaba el tubo con aceite de ballena.
Envaradoras o tornos
Con la envaradora se realizaba la labor de rectificado del cañón, torneando de manera exacta el calibre y espesor de este. En este taller hay un torno universal y cuatro tornos para los exteriores.
Enderezadora
Esta máquina, ubicada en el taller, debía estar siempre orientada a una fuente de luz natural, como una ventana, para poder controlar las desviaciones del cañón que, a golpe de un pequeño martillo, eran rectificadas.
En el Museo de la Industria Armera de Eibar se custodia otra enderezadora como esta, procedente de este taller.
Poleas y embarrados
La toma de agua se realizaba en el cauce del Ego, mediante un azud, ya desaparecido, que llevaba el agua a través de un canal –de 142,5 m de longitud y un ancho variable entre 2 y 4 m, del que se conserva el tramo final, subterráneo– hasta el depósito de carga, situado bajo un espacio anexo al lado este del taller, que hoy se utiliza como garaje. El agua pasaba a través de un emparrillado y hacía girar un rodete horizontal que transmitía el movimiento a un eje. Éste, a su vez, movía el eje horizontal principal, que recorre todo el techo del taller y presenta poleas de madera conectadas a las máquinas mediante correas de transmisión de cuero. Posteriormente, la energía hidráulica fue sustituida por un motor eléctrico, que también se conserva, así como los controles de marcha: unas palancas que permitían variar la velocidad de la maquinaria.
También en el espacio de la fragua se conserva el embarrado que, unido al eje de transmisión del taller, accionaba una piedra de esmeril de gran tamaño, hoy desaparecida.