Un templo para el azúcar
Aunque la idea de crear una gran factoría azucarera había empezado a fraguarse en Álava en 1863, la construcción de esta planta para transformar la remolacha en azúcar refinada hubo de esperar hasta el 26 de marzo de 1900, de la mano de los industriales Ajuria y Hueto.
Del vasto complejo, que incluía también viviendas para quienes allí trabajaban y funcionó hasta la década de 1980, queda la nave donde se producían la pulpa, la melaza y el azúcar, y la chimenea de la central de fuerza donde se generaba la energía necesaria para la fabricación.
Tras su cierre y abandono, parte de las instalaciones fueron demolidas. Entre 1998 y 1999 el conjunto fue rehabilitado bajo la dirección del arquitecto Mikel Garbizu para albergar proyectos empresariales de alto nivel tecnológico y para la celebración de congresos y diversos actos sociales.
Declarada monumento en 2000, es una de las arquitecturas más destacadas del patrimonio industrial alavés.